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En el principio… evaluación

“Entonces Dios miró todo lo que había hecho, ¡y vio que era muy bueno!” (Génesis 1:31, Nueva Traducción Viviente online)

La evaluación se hace presente desde el principio. En el libro bíblico del Génesis se relata cómo Dios utilizó diferentes tipos de evaluación después de la creación del mundo. En la actualidad, en un ambiente educativo, verificamos los pasos de toda evaluación, conocidos como a) evaluación de diagnóstico, b) evaluación de proceso y c) evaluación sumativa.

En Génesis 1:2 se describe la situación inicial del planeta que llamamos Tierra. Siguiendo a Ruth Hernández Vital, podríamos decir que Dios hizo una evaluación diagnóstica: “Y la tierra estaba desordenada y vacía”. A partir de ese momento, Dios ejecuta un plan maravilloso: la Creación del mundo. En seis días crea todo lo que vemos y cada día realiza una evaluación de lo creado. Podríamos afirmar que fue una evaluación de proceso. La expresión que verifica el proceso aparece siempre al final de cada jornada: “Y vio Dios que era bueno” (ver Génesis 1:4, 10, 12, 18, 21). Es decir, Dios dedica un momento diario de reflexión y contemplación de su obra.

Finalmente, al concluir los seis días, vemos una declaración de evaluación global que determina el éxito del plan de la semana. Génesis 1:31 dice: “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera”. Sin duda, los resultados y logros alcanzados son de nivel superlativo. El tipo de evaluación que mide los resultados finales de una tarea se conoce como evaluación sumativa.

Así podemos verificar que el mismo Dios evaluó antes, durante y después del proceso de la creación. Aunque es un Dios perfecto, que planifica y ejecuta obras perfectas, dedica tiempo para verificar los resultados de su planificación y ejecución.

El Dr. John Wesley Taylor, presidente de la Universidad Andrews (Estados Unidos), escribe acerca de algunos principios de evaluación que pueden guiarnos como educadores. Destacamos los siguientes:

  • La evaluación es para aprender. “…pongan a prueba todo lo que se dice. Retengan lo que es bueno” es el consejo de Pablo en 1 Tesalonicenses 5:21 (NTV). Un propósito de la evaluación es que los estudiantes puedan aprender a descartar el error y afirmarse en lo que es verdadero y correcto (ver también Filipenses 4:8).
  • Incorporar la autoevaluación. “…cada uno debería examinarse a sí mismo” (1 Corintios 11:28). Como educadores, debemos evaluarnos a nosotros mismos y la eficacia de nuestra enseñanza (ver 2 Corintios 13:5; Gálatas 6:4), incluyendo la forma en que abordamos la evaluación. También debemos involucrar a los estudiantes en la autorreflexión y ayudarlos a realizar un seguimiento de su propio progreso.
  • Evalúe el motivo con cuidado. “…pues solo tú conoces las intenciones y el corazón del hombre” (1 Reyes 8:39, versión Dios Habla Hoy online). Dado que solo Dios puede evaluar correctamente las intenciones (ver 1 Samuel 16:7), necesitamos que el Espíritu Santo nos dé una visión divina. Debemos estar dispuestos a reconocer que nuestras evaluaciones actitudinales y motivacionales siempre son tentativas.
  • La evaluación tiene un significado espiritual. “El Señor tu Dios te estará probando” (Deuteronomio 13:3, NVI online). En la educación cristiana, la evaluación debe encontrar en Dios su marco de referencia (ver Eclesiastés 12:14; Hebreos 12:23).

Dios nos ha dejado un ejemplo maravilloso de planificación y evaluación de su trabajo. Entonces, estimado colega, ¿estás planificando y evaluando tus prácticas personales y profesionales? ¿Dedicas tiempo a evaluar lo realizado y reflexionar para corregir el rumbo?

Adriana Morales

Investigadora del Programa Adventista de Evaluación Educativa.

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