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Experiencias de una docente adventista VIII

Por María Amalia Melillo de Herbez

Compartimos una serie de artículos que relatan experiencias vividas por la autora, que trabajó junto con su esposo como docente y directora de instituciones educativas adventistas. Pueden dejar sus comentarios o contactar a la autora directamente por correo electrónico haciendo clic en su nombre. A medida que conocemos estas anécdotas, confirmamos que la Educación Adventista es más que enseñanza.

Dios abre y cierra las puertas

Pasamos días de incertidumbre esperando poder ampliar las instalaciones del Instituto Adventista Mariano Moreno (IAMM). El vecino contiguo a nuestro edificio y que apreciaba la obra que realizaba la escuela en la comunidad, nos ofreció una porción de terreno de 4 metros de ancho por 43 de largo, a un precio de 80 mil dólares. Sin embargo, no queríamos invertir el dinero en tan poco terreno. Seguimos pidiendo la dirección de Dios, esperando su oportuna y satisfactoria respuesta.

En vez de proyectar una ampliación de la propiedad existente, José comenzó a pensar en la posibilidad de mudar la escuela a otra parte. En la calle Jujuy, entre Catamarca y Salta, a dos cuadras de nuestra escuela, descubrió un predio cuyas dimensiones eran de aproximadamente media manzana, con algunas construcciones, donde funcionaba un Patronato de Niñas Menores. Al hacer averiguaciones en el vecindario, encontró que nadie sabía a quién pertenecía. El Patronato tenía habilitado un cuarto de manzana con dormitorios y dependencias y la otra mitad poseía construcciones precarias. En aquel momento lo utilizaba parcialmente una institución de prácticas de yoga. El resto de la propiedad del Patronato estaba abandonado.

Finalmente, mi esposo se entrevistó con las autoridades de la institución, quienes le comunicaron que todo pertenecía a una Comisión Vecinal, cuyo presidente era Carlos Staciuk, un reconocido empresario de Posadas, poseedor de un importante negocio de venta de insumos para oficina. Este ciudadano era reconocido como un notable laico de la Iglesia Católica de Misiones.

José se dirigió prontamente a entrevistarlo, iniciando un diálogo que se prolongaría por aproximadamente tres años. La propuesta fue adquirir la mitad del predio en cuestión, es decir, un cuarto de manzana. Sin embargo, aunque el Sr. Staciuk se manifestaba dispuesto, la Comisión Vecinal propietaria no aceptó. Presentamos otra propuesta: permutar el edificio escolar de la calle Entre Ríos por el cuarto de manzana, más 70 mil dólares. El Sr. Staciuk la consideró una propuesta realmente superadora y apropiada, porque el Patronato debía impuestos por una cifra similar.

El Patronato cumplía un servicio muy importante para la comunidad: las niñas asiladas por orden del juez de menores eran víctimas de abandono, violación y otros abusos. La institución trataba de atenderlas de la mejor manera posible y con mucha dedicación, a pesar de las dificultades económicas. Los 70 mil dólares ofrecidos serían de gran ayuda. Además, la posibilidad de alquilar el edificio de la permuta les proporcionaría una renta estable. José ya había hecho averiguaciones con una pequeña escuela particular interesada en mudarse a nuestro edificio, por lo que el inquilino estaba prácticamente asegurado. Es decir, nuestra propuesta era muy tentadora y conveniente para ambas partes.

Sin embargo, cuando Carlos Staciuk presentó la nueva propuesta a la Comisión Directiva del Patronato, la respuesta fue negativa. A partir de allí, el Sr. Staciuk comenzó a conversar personalmente con cada miembro de la comisión a fin de lograr el consenso. Pasaron tres largos años de comunicación constante y diaria entre José y Carlos. Incluso llegaron a acordar una señal para saber si las negociaciones de Staciuk con los miembros de la comisión habían concluido satisfactoriamente. Todos los días, José pasaba por la vereda del negocio de Carlos, miraba hacia el interior, donde estaba el Sr. Staciuk sentado en su escritorio. Entonces, mediante el gesto tradicional del pulgar arriba o abajo, le hacía saber a José las probabilidades de que el negocio finalmente se realizara.
Durante ese período no se presentó ninguna propuesta más, ni a la Junta Escolar del IAMM, ni a la Junta Directiva de la Asociación Argentina del Norte (AAN).

A inicios de 1995, la necesidad de ampliación se tornó insostenible. La cantidad de solicitudes de matrícula nos recordaba nuestra imperiosa situación. En otro tiempo habíamos pensado que adquirir el pequeño segmento de terreno que nos ofrecía nuestro vecino no era una solución. Ahora estábamos considerando esa salida. Sin embargo, seguimos orando y pidiendo al Señor alguna señal para avanzar. Por su parte, el arquitecto Edgar Steger nos animaba diciendo:

–¡Dios proveerá! ¡Tengamos confianza!

Continuará…

María Melillo de Herbez

Docente y directora jubilada de instituciones educativas adventistas.

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