Añoranzas del CADE
Este artículo es una adaptación de la carta del Pr. Nathan M. Merkel, primer director general del Colegio Adventista del Ecuador (CADE):
El CADE fue inaugurado el 22 de octubre de 1968. El semanario “Occidente” de Santo Domingo, informaba en su edición de noviembre:
“El ambiente que se respiraba era de una gran fiesta, había rostros risueños, caras llenas de alegría; no era para menos, un importante centro de cultura, quizá uno de los mejores del centro del país, iniciaba sus valores docentes para el bien de la juventud estudiosa de este Cantón y del país todo. Digna de toda felicitación la iniciativa de la Misión Adventista de venir a nuestra zona a establecer su sede social y cultural. La juventud tiene un centro de enseñanza teórico-practica donde prepararse para el día de mañana.”
Un comentario de Elena de White nos recuerda el sentido de la obra educativa adventista:
“La verdadera educación significa más que la prosecución de un determinado curso de estudio. Significa más que una preparación para la vida actual. Abarca todo el ser, y todo el período de la existencia accesible al hombre. Es el desarrollo armonioso de las facultades físicas, mentales y espirituales. Prepara al estudiante para el gozo de servir en este mundo, y para un gozo superior proporcionado por un servicio más amplio en el mundo venidero.” (La educación, versión online).
El sueño que se realizó aquel día había comenzado en 1961. Cuando llegué para participar del Congreso Bienal de la Misión Ecuatoriana (ME, hoy UE), que sesionó en Guayaquil, dos delegados se levantaron para rogar que se estableciera un colegio con internado para la juventud adventista del país.
La semana siguiente, algunos representantes de la División Sudamericana (DSA) y la ME hicimos un viaje a Quito para ver un terreno. La búsqueda de un sitio donde establecer un colegio se concretó con la compra del terreno donde hoy se encuentra el CADE. La promesa de venta se hizo ante un notario en Quito, en agosto de 1964.
En enero de 1965 llego la familia Eberhardt, se comenzó la preparación del terreno y se construyeron algunos caminos. Se perforó el suelo para abastecer de agua potable, se compraron los primeros materiales de construcción y se construyeron dos edificios.
El 13 de febrero de 1966, ante los miembros de la junta directiva de la ME, el pastor D. R. Christman, presidente de la Unión Incaica, informó que tenían una gran lucha por delante, refiriéndose a la construcción del CADE. En el fondo se oía el murmullo del tractor con el cual, momentos antes, se había roturado la tierra para la construcción del primer bloque de aulas para el nuevo colegio. La membresía de la ME era de apenas 2.200 miembros. El proyecto del CADE presentaba un verdadero desafío, pero era un deber impostergable.
Durante los últimos meses de 1967 llegó desde Quito el primer alumno, Juan Ríos. Se estableció para trabajar y ahorrar a fin de cubrir los gastos de sus estudios en una institución que aún no existía.
El 5 de febrero de 1968 se reunió el primer grupo de profesores del CADE, en un aula sin puertas y sin tela metálica. Por lo tanto, los insectos fueron una pesadilla para los docentes. Además, los tanques de agua se vaciaron y el grupo pernoctó bastante incómodo en las dos casas existentes. Estos maestros fueron valientes y tuvieron mucha fe para aceptar el llamado del colegio, pues las clases iban a comenzar en exactamente 4 meses y no había casas para ellos.
Se esperaban unos 125 estudiantes en total, para el Nivel Primario y el Nivel Secundario. Sin embargo, como prueba de la gran necesidad de contar con esta institución educativa, el primer día de clases (5 de junio de 1968) había 213 estudiantes presentes. ¡Cuán valientes fueron los alumnos internos y los profesores!
Las familias de los profesores compartían pequeñas casas que aún no estaban terminadas. Algunas viviendas ni siquiera tenían instaladas las puertas y ventanas. En cuanto al salario mensual de los docentes, y debido a las prioridades de la construcción y provisión de alimentos para los alumnos, en algunos casos se atrasó hasta cuatro meses el pago de sueldos.
Los varones se bañaban al aire libre, al final del día, porque en ese momento se encendía el generador de electricidad que hacía funcionar la bomba de agua. Las señoritas lavaban la ropa en el estero y cocinaban los alimentos bajo un techado de bijau, usando un fogón de carbón al aire libre. Cada alumno lavaba sus propios platos y estudiaban a la luz de velas y lámparas de kerosene.
Profesores y estudiantes, como pioneros valientes, aceptaron las condiciones rústicas de ese primer año por creer que la educación cristiana valía más que las comodidades de la vida presente. Solamente en los registros celestiales figura la historia completa de la lucha, el sacrificio, la abnegación y la dedicación de estos héroes. La feligresía de la ME apoyaba con sus oraciones y sus ofrendas para que el CADE se transformara en un lugar confortable y digno.
Desde el mismo principio se vio la mano poderosa de Dios obrando en favor del CADE. Siempre hubo comida suficiente, ningún alumno se accidentó gravemente, y cuando había necesidad de dinero, aparecía. Por ejemplo, cuando llegó el día de pago del mimeógrafo, el correo trajo una carta con cheque por la cantidad exacta para cancelar la deuda. El dinero para la compra de la cocina con un horno llego de la misma forma. Dios proveyó casi 5 millones de sucres, fuera de lo presupuestado por la organización, entre 1967 y 1971.
Cuando el Ministerio de Educación del Ecuador quiso clausurar el CADE por falta de suficientes profesores titulados, Dios hizo otro milagro. Los delegados enviados a inspeccionar nuestra institución, después de dedicar un día a visitar las clases y revisar los registros y las planillas, se presentaron ante los estudiantes y los profesores en plena asamblea general. Todos esperábamos una noticia desalentadora. Con gran sorpresa y alegría, los inspectores dijeron que el plantel era un modelo de lo que se debía ver en cada provincia del país. Nos dieron plazo para obtener los títulos necesarios y nos animaron a seguir adelante con el proyecto pedagógico adventista.
Mientras escribo estos recuerdos me parece escuchar el canto del pajarito tres pies y el sonido de un camión bananero que pasa por la carretera. Me imagino caminando por el parque del CADE observando los edificios, el pasto verde, la caña, las palmeras altas y, sobre todo, los rostros risueños de los alumnos y profesores que son el alma del CADE, el porvenir de la sociedad y de la Iglesia Adventista del Ecuador, los heraldos del mañana.
Con profunda emoción recuerdo dificultades y pruebas en la dirección del colegio, pasamos días arduos de trabajo y noches sin dormir. Pero hoy, al ver lo que Dios ha hecho mediante el pueblo ecuatoriano, las lágrimas son de alegría y agradecimiento por el privilegio de ser parte del CADE. Lo que hicimos fue poco. Agradezco la dedicada labor y esfuerzo de muchos colaboradores.
Saludamos a los estudiantes y a los egresados, a los profesores de hoy y de ayer y a los fieles amigos y miembros de la ME. Nuestras felicitaciones y nuestros mejores deseos para que Dios los siga bendiciendo.
Con abrazos y amor cristianos,
Nathan Merkel
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