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Experiencias de una docente adventista IV

Por María Amalia Melillo de Herbez

Compartimos una serie de artículos que relatan experiencias vividas por la autora, quien trabajó junto con su esposo como docente y directora de instituciones educativas adventistas. Pueden dejar sus comentarios en cada artículo o contactarla directamente por correo electrónico, haciendo clic en su nombre. Si tienen más historias provenientes de distintos países de Sudamérica, podrían formar parte de esta categoría. Por favor, envíen su contribución por correo electrónico, adjuntando imágenes.

A medida que conocemos estas anécdotas, confirmamos que la Educación Adventista es más que enseñanza.

En Misiones

Fuimos trasladados a la provincia de Misiones, donde nos desempeñamos como docentes en las escuelas adventistas de Jardín América, Montecarlo, Picada Molino, Km. 34 de El Soberbio, Posadas (10 años) y, luego de trabajar en la Escuela Adventista de Corrientes, volvimos a Misiones, a la localidad de Andresito, nuestro último trabajo antes de retirarnos.

En 1988 decidimos enviar a nuestros hijos al Instituto Adventista “Juan Bautista Alberdi”, hoy Instituto Superior Adventista de Misiones (ISAM), sito en la localidad misionera de Leandro N. Alem. Por aquel entonces nos hicimos cargo de la Escuela Adventista “Mariano Moreno”, de la Picada Molino, a 34 kilómetros de El Soberbio y a 17 kilómetros de San Vicente, cerca de la frontera con Brasil. Mi esposo trabajó como director y yo como maestra de grado de la escuela adventista ubicada cerca de la localidad fronteriza de El Soberbio, del lado argentino del río Uruguay. Su par en la ribera brasileña es Porto Soberbo.

Tanto la escuela como el templo adventista estaban construidos con tablones de madera. Por esa razón se la denominaba “escuela-rancho”. El gobierno provincial estaba ejecutando un plan de mejoras para construirlas de ladrillos y cemento. No obstante, las inclemencias del tiempo habían castigado los tablones y se colaba el frío y el viento en los inviernos crudos de la región. Los alumnos venían a clases caminando desde hasta diez kilómetros, la mayoría descalzos. Todos ellos vivían en las “picadas”, que eran lugares abiertos a machete en la selva misionera. Esos senderos eran hermosos, casi paradisíacos, pero también albergaban la severidad del ambiente tropical donde había que luchar contra alimañas y malezas.

Las viviendas precarias de nuestros alumnos mostraban el denuedo de toda la familia por mantener pulcros los ambientes que a diario compartían. La mayoría de la población de la Picada Molino se dedica a la plantación y destilación de la citronela, una planta de la que extraen jugo o aceite, utilizando alambiques ancestrales. El aceite de esta planta se usa como base para medicamentos, antisépticos, perfumes y demás productos similares. Los productores venden el aceite en los mercados de la zona y así obtienen con mucho esfuerzo lo indispensable para sobrevivir.

Recuerdo vívidamente un día de mucho frío. Decidí ir a nuestra casa, ubicada en el predio de la escuela, a colocarme medias más gruesas y abrigadas. Al regresar al aula no lograba dominar mi impotencia ante el espectáculo de mis alumnitos descalzos. Aunque era su costumbre presentarse así a clases, ese día su piel desnuda se notaba amoratada del frío y revelaba con agudeza la carencia de recursos para cubrir sus necesidades más básicas. Me propuse realizar campañas para solicitar donaciones a nuestros amigos dadivosos. Con la ayuda del Señor, al poco tiempo pudimos proveer de ropa y calzado adecuado a todos los alumnos. Así intentábamos satisfacer las grandes necesidades de esta gente trabajadora que muy rara vez obtiene recompensa proporcional a sus esfuerzos.

Esta región de la provincia de Misiones fue dotada por el Creador de un paisaje precioso, con colinas forradas de exuberante vegetación, arroyos y cascadas, corredores pintorescos donde el verde de las plantas contrasta con el rojo de la tierra.

Como todo paisaje quebrado, suelen ocurrir tormentas con vientos muy fuertes, y en uno de esos tantos temporales, la estructura del templo adventista se inclinó en forma peligrosa. Mi esposo tomó varias fotografías y las envió a las oficinas administrativas para solicitar la cobertura del seguro contratado. Al cabo de unos años, cuando nosotros no vivíamos ya allí, con el importe que entregó el seguro se pudo construir un nuevo templo, pero esta vez de ladrillos, mucho más resistente a los embates de la naturaleza.

Por su parte, la escuela también consiguió oportunas donaciones y pudo comenzar el proyecto tan anhelado de reemplazar el viejo edificio de madera por uno de ladrillos, con instalaciones sanitarias apropiadas. Este proyecto fue concluido durante la gestión del Profesor Luis Penco. Recuerdo que los cimientos fueron echados con la ilusión de contar muy pronto con un nuevo edificio que albergue a los niños de la zona, proporcionándoles un mejor lugar para recibir la enseñanza para la vida y conocer la bendita esperanza de la salvación en Jesucristo. Antes de nuestra partida, el Señor nos dio el privilegio de ver la obra de la construcción ya iniciada, con ayuda de la comunidad escolar.

Escuela Mariano Moreno El Soberbio Km. 34 Picada Molino

Escuela Mariano Moreno – El Soberbio Km. 34 Picada Molino – Graduación 7mo grado – 1989

María Melillo de Herbez

Docente y directora jubilada de instituciones educativas adventistas.

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