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Experiencias de una docente adventista XII

Por María Amalia Melillo de Herbez

Compartimos una serie de artículos que relatan experiencias vividas por la autora, que trabajó junto con su esposo como docente y directora de instituciones educativas adventistas. Pueden dejar sus comentarios o contactar a la autora directamente por correo electrónico haciendo clic en su nombre. A medida que conocemos estas anécdotas, confirmamos que la Educación Adventista es más que enseñanza.

Emilio, un alumno especial

A fines de febrero de 1999, Emilio, un jovencito de 15 años apareció en la escuela para matricularse. Su aspecto era muy fornido y aparentaba ser más grande. Al solicitar la firma de sus padres para completar el trámite, el adolescente me comentó que su padre había fallecido y su madre estaba muy ocupada en ese momento, pero que más tarde se haría presente para firmar. Todo se completó correctamente, y en pocos días el alumno se encontraba integrado a las actividades escolares.

Emilio se relacionaba muy bien con todos los estudiantes, grandes y pequeños y demostraba cualidades excepcionales. Si alguien quería pelear, él estaba allí para apaciguar. Por el aspecto prominente de su cuerpo, muchos buscaban su ayuda y consejo. Emilio también colaboraba para resolver los problemas de algunos compañeros con dificultades de aprendizaje. Se adaptó perfectamente a las reglas de la institución. A veces, observaba si en el recreo de la merienda había algún compañero que no tenía alimentos y se ofrecía para comprar algo de comer. A escasas dos semanas de clases, toda la comunidad escolar lo estimaba.

El 19 de marzo se celebra en Posadas la fiesta del patrono de la ciudad. Ese día es asueto escolar. Emilio se preparó para realizar un paseo en bicicleta. Mientras estaba circulando por la calle, un automóvil repentinamente dobló en contramano y lo embistió. Cuando cayó de la bicicleta, su nuca dio sobre el cordón de la vereda y se desvaneció. Fue trasladado inmediatamente al hospital más cercano. Cuando me comunicaron lo sucedido, me dirigí inmediatamente al centro de salud, donde se encontraba internado en la sala de terapia intensiva.

En el transcurso de las horas siguientes prácticamente la totalidad de sus compañeros y personal docente montamos guardia frente al sanatorio. Hicimos una cadena de oración por su vida. En horas de la tarde, Emilio despertó. Sin embargo, su situación era muy delicada y la madre nos rogó que continuáramos orando. Allí pudimos dirigirle palabras de esperanza y confianza en Jesús, no solamente a ella sino también a Emilio. La madre buscó en todo momento nuestro apoyo y se sintió contenida por aquella multitud de niños, padres y docentes que esperaban su sanidad para poder seguir disfrutando de su amable amistad.

Pasamos toda la noche velando frente al edificio que contenía su cuerpo dañado. Fueron horas interminables, la comunidad escolar seguía relevándose para interceder en oración. Por la mañana realizamos todo lo pertinente para suspender las actividades escolares, ya que la mayoría de los alumnos continuaban presentándose en la puerta del centro de salud.

Cerca del mediodía recibimos la noticia de su fallecimiento. En medio del intenso dolor, llegué a pensar que Dios le devolvería la vida, pues recordé el relato bíblico de la resurrección de Dorcas, quien como Emilio era un bálsamo para quienes la conocían y se beneficiaban con sus dádivas.

Por otra parte, la mamá me había manifestado el significado de ese hijo para ella, que además de ser su único, también era su “hijo del corazón”, criado con todo su amor y dedicación. Pero nos consolamos con las promesas de Jesús en la certeza de poder verlo cuando él venga en gloria a buscar a sus hijos, asegurándole que también ella podrá disfrutar de este regalo.

Ya en la sala atestada de gente, donde se velaba su cuerpo, me percaté de que Emilio portaba en el ataúd nuestro uniforme escolar, y el distintivo de nuestra institución. Llevó consigo los emblemas de la escuela a la que tanto quería asistir y en la que encontró un refugio feliz.

Allí nos encontramos con el Ministro y el Subsecretario de Educación de la Provincia, de varios supervisores educativos y docentes de diversas instituciones, saludando a la mamá, Mercedes Torres, a la que ahora conocíamos como la Directora de una de las más importantes escuelas primarias de la ciudad, quien recibía el apoyo de la dirigencia de la comunidad educativa del lugar.

En el salón velatorio reconocí con asombro a una querida y antigua amiga de mis años escolares en el Instituto Adventista Florida, Rosario Bellmunt de Ballestra. Al conversar con ella, me contó cómo conoció a Emilio.

–Yo fui su maestra de Jardín de Infantes y Preescolar, en la Escuela Primaria Nº 13 de la ciudad de Bonpland, provincia de Misiones. La directora de la escuela era Mercedes Torres, con quien entablamos una hermosa amistad. Nuestras familias compartían preciosos momentos de camaradería. En esos años Emilio fue el mejor amigo de Matías, mi hijo menor. Asistían todos los domingos al Club de Aventureros de la Iglesia Adventista de Bonpland para realizar actividades de escoutismo. Pero su mamá fue trasladada a Posadas y perdí el contacto con ellos.

Allí comprendí por qué Emilio solicitó asistir a una escuela adventista. Y al completar el séptimo grado en una escuela pública, decidió buscar una escuela adventista para recordar los años felices de su primera infancia al lado de Rosario, su maestra del Jardín.

Ahora, en esta triste ocasión, juntas agradecimos al Señor el haberlo guiado en tantas oportunidades y el habernos permitido ver la mano de Dios en este joven tan especial para que pudiera acercarse al conocimiento del Plan de Dios para su salvación.

Llegada la hora del sepelio, se me solicitó dirigir algunas palabras de consuelo, las que pude pronunciar con mucha dificultad, debido al profundo dolor de despedir a este ser tan apreciado. Todo el plantel docente de nuestra institución y sus compañeros de curso se nos unió en este acto, cerrando el mismo con alabanzas al Señor. Seguidamente nos dirigimos al cementerio, donde nuestro Director de Educación, el pastor Eugenio Di Dionisio, pudo dirigir a los numerosos asistentes palabras de consuelo y de dirección divina, y conversar con su madre sobre las promesas contenidas en la Palabra de Dios.

Cuando abrimos la matriculación para el siguiente período educativo, nos llenó de satisfacción el saber que el Ministro de Educación manifestó su admiración por la contención espiritual y moral observada en el personal de nuestra escuela a causa de la tragedia de Emilio. Y resolvió conceder algunas becas de estudio a niños de bajos recursos para darles la posibilidad de acceder a nuestra educación cristiana.

Continuará…

Educación Adventista Sudamérica

Red de instituciones educativas adventistas en Sudamérica.

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