Nuestras diferencias son nuestras fortalezas
La Educación Adventista enseña que la empresa más importante en la que debemos trabajar es la familia. En esta empresa familiar, los líderes ejecutivos son los padres y los hijos representan diferentes departamentos para el desarrollo y crecimiento familiar. Todos los integrantes aportan su propias características únicas. Una empresa donde todos cumplen la misma función estaría condenada al fracaso.
Probablemente hemos escuchado más de una vez la frase: “A mis hijos los amo a todos por igual”. Si eres padre o madre, probablemente hasta tú mismo la hayas pronunciado. Pero, ¿te has detenido a pensar en lo diferentes que son tus hijos?
Somos diferentes en habilidades, gustos, personalidades y caracteres. Una de las cualidades que tienen las familias emocionalmente inteligentes es poder aceptar que cada integrante es diferente, único y especial. Teniendo esta realidad en cuenta, quizás lo más adecuado sería decir: “Hijo, te amo de una manera única y especial, diferente a tu hermano o tu hermana, porque acepto tu individualidad”. Después de todo, esa es la forma como nos ama Dios: de una manera única y especial.
Dentro del equipo, todos los miembros cuentan, desde el que hace la tarea más pequeña, hasta el responsable de tareas más complejas. Aceptar que el otro es diferente nos da la oportunidad de poder optimizar y hacer más fuerte el equipo familiar. Así se cumplirá otra conocida frase: “La unión -aun con habilidades diferentes- hace la fuerza”. Es fundamental trabajar para que todos los miembros de la familia mantengan un vínculo de calidad y actúen como figuras de referencia. Conocer el papel y la diferencia de cada uno es importante para una mejor visión del buen funcionamiento familiar.
Y, felizmente, el Padre de toda la familia humana, que nos creo diferentes, únicos y especiales y que acepta nuestra individualidad, nos dice:
“Pues, así como cada uno de nosotros tiene un solo cuerpo con muchos miembros, y no todos estos miembros desempeñan la misma función, también nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo en Cristo, y cada miembro está unido a todos los demás” (Romanos 12:4-5, Nueva Versión Internacional online).
Mi deseo y oración es que cada día nuestras diferencias sean nuestras fortalezas y que en todas las relaciones que entablemos con otros, sostengamos en alto el principio del amor que nos ayuda a aceptar a todos, con sus errores y aciertos, porque es así como nos enseñó Jesús.
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